ace ya algunos años atrás, el mundo se conmovió cuando una mujer pasó a el libro de los récords de locuras en el mundo, le cortó el miembro con un cuchillo a su marido mientras este dormía; todo motivado por los celos, a los que la Biblia llama que son el furor del hombre y que no aceptará rédito en el DÍA de su ira. No cabe duda que el mundo está loco, muy loco.
Pero es de hacer notar que la muerte llega no solo con el fallecimiento físico de la pareja, la muerte llega en las finanzas, en la sexualidad, en las amistades y hasta en las palabras; la muerte se manifiesta con rapidez donde reina la timidez, no permita que la muerte le robe a su Esposo, sáquelo ya de este problema vergonzoso.
Para matar a su Marido, prohíbale que disfrute del partido, entorpezca su viaje a la libertad donde los Domingos sale de pesca; critique su manera de vestir y frente a la gente póngase a hacerle burla y a reír. Dígale que en la cama no la satisface y que su vecino le anda haciendo un pase, recuérdele de sus errores a diario y no le permita leer el Diario.
Para matar a su marido, quítele la billetera y verá cómo pierde el sentido; sírvale trago tras trago para que toda la familia sea un verdadero estrago, no lo atienda ni pase tiempo con él y verá cómo termina optando por una de esas que trabajan en un burdel. No le cocine ni le lave la ropa y trátelo como soldadito de tropa, orden tras orden y deje que la casa permanezca en un perfecto desorden.
Señora usted quizá sin saberlo, pronto tendrá que entenderlo, que la muerte llega donde la llaman ya sea en la calle o en la cama; no siga en ese estilo de vida pues no creo que esta sea la mejor salida, los niños ya lo notaron, y los vecinos hasta ya lo contaron; su casa se está derrumbando pues usted a su marido está matando, no con un arma sino por su bendita calma y desinterés.
Para matar a su Marido no es necesario ni siquiera tocarlo, basta con ignorarlo, criticarlo, descalificarlo, no alimentarlo, desecharlo, mancharlo, odiarlo y como si esto no fuera suficiente, denigrarlo; pero le recuerdo que la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es Vida. ¡Vamos Señora! búsquele a esto una verdadera salida, recuérdele que le ama y cuan bueno la pasaban cada fin de semana.